Víctima de mis paradigmas
¿Te has preguntado, por qué a veces sientes vergüenza contigo, “pena no ajena” o remordimiento, por no aceptar las disculpas que alguien te presenta?
En otras ocasiones, ¿experimentas miedo por tener que enfrentar situaciones nuevas o interactuar con alguien que no conoces suficientemente y que está antecedido de fama de “fuerte”?
De pronto, la duda ante la necesidad de tomar decisiones que afecten a tu pareja, tu(s) hijo(s), tu jefe, tu colaborador, tu vecino, a ti mismo…
Todo tiene razones y alguna explicación. Sucede que en el fragor de nuestra rutina habitual, ni tiempo nos damos para plantearnos estas inquietudes y buscar, así sea especulaivamente la causa. Sólo nos dejamos llevar por el afán cotidiano y el reloj cronológico que nos gobierna.
Diremos entonces, que “somos lo que nuestras creencias o paradigmas son”; aquello que se nos enseñó, desde la casa, el jardín escolar, la universidad o el lugar de trabajo. Por supuesto, también la religión que profesamos y hasta la cultura del país donde nacimos, o la región geográfica de éste donde dimos nuestros primeros pasos.
En qué crees; qué es CIERTO para ti; frente a qué estímulos cierras los ojos para evitar observar lo que sucede frente a ti.
Existe lo que se denomina, el anillo de la influencia. Veamos:
Muchos son los temas que son motivo de nuestra preocupación, pero sobre los que no tenemos control: la violencia de las calles, el comportamiento o conductas de otros, los fenómenos climáticos, el avance inexorable del reloj, la injusticia en todas sus formas.
Un colega consultor preguntó a un auditorio de por lo menos 600 personas: – ¿Depende de ustedes, que sus hijos los amen? Casi al unísono la respuesta fue sííí…; “pues ¡NO!”, replicó mi colega; el querer o amar a alguien es una decisión personal, como los son otras muchas: ducharse o no, confiar en alguien o dejar de hacerlo: ingerir un alimento o cerrar la boca para evitarlo…
Ahora, ¿sobre qué públicos se ejerce influencia? Sobre los hijos, los colaboradores, los alumnos, los vecinos, la pareja.
Haz un recorrido mental rápido y pregúntate sobre quién tienes influencia <sin calificar ahora si ésta es positiva o negativa>
Encontrarás por ejemplo que desde tu rol de conductor de un vehículo automotor, tus comportamientos en las calles son observados (y hasta copiados) por muchas personas. Como pasajero de un vuelo comercial, también estarás siendo observado <y calificado>, por otros pasajeros. Mientras haces fila para ingresar al cine.
Y tu, estarás actuando regularmente a la luz de lo que tus creencias te dicten.
Si, volviendo al gráfico, observas el anillo interno – control -, podrá inferirse, que allí tienes gran poder y responsabilidad.
¿Qué uedes controlar? Sólo lo tuyo: tus palabras, tus emociones, tu comportamiento, tus pensamientos, tus juicios valorativos, tus miedos.
Difícilmente alguien tiene control sobre otro o sobre los demás. Como un dicho reza, “puedes llevar el caballo hasta el rio; pero no puedes obligarlo a beber”…
¿Por qué el anillo de la influencia, y lo acá explicado es de interés y de suma importancia? Por que cuando lo comprendo, no solo desde lo racional, sino desde lo emocional, es mi parte revisar los paradigmas que hasta hoy me han gobernado, y decidir si quiero una mejor calidad de vida, una convivencia más constructiva y un estado de salud mental, que me permita vivir en paz y plenitud, tan necesarias para afrontar las vicisitudes sociales que estamos viviendo.
Los invito a revisar sus creencias sobre:
- La amistad
- El amor
- La gratitud
- El trabajo
- La justicia
- La política
La religión