¿Es felicidad o … algo parecido?
Desde hace una década aproximadamente, se viene hablando de la felicidad como un componente clave del bienestar y la salud que las personas requieren, para aportarle a sus públicos relevantes, una mejor calidad de vida y recibirla en forma recíproca.
Esta relevancia que adquiere de pronto, uno de los estados más naturales que caracterizan al ser humano, se hace viral en todas las latitudes, al observar la deteriorada salud mental de la población, la intolerancia y la decepción que la realidad trae consigo, al no ser como se espera.
Sin embargo – quizás como una disonancia cognitiva -, el hombre se conforma con otros sentimientos que juegan un papel similar al de la felicidad: la alegría, la emoción, el estremecimiento, la euforia.
En nuestros talleres sobre desarrollo personal, preguntamos a los participantes sobre cuál ha sido el momento que consideran más feliz de su vida. He aquí algunas respuestas:
- El día que me gradué
- Aquella vez en que me dio el Sí
- Cuando tuve mi primer hijo(a)
- El momento en el que legalicé formalmente las escrituras de mi casa /apartamento
- El día que compré, con mis propios ahorros, esa motocicleta deportiva que había soñado.
La lista sería interminable. Pero analizando bien, si ya todo eso pasó, ¿por qué la sensación de vacio?
Pudo suceder que lo experimentado sea más bien los sentimientos antes expresados: ¿euforia, alegría… la reflexión es entonces?
¿No es feliz aquel que no estudia formalmente? ¿Tampoco puede serlo el que no tiene un hijo? O el que no está en capacidad de adquirir un bien inmueble o el que jamás viajará vía avión de un lugar a otro. Basta observar el comportamiento de los niños. Con solo saber que la prensa cubrirá la tragedia que su comunidad acaba de pasar, correrán al sitio mismo donde cámara y periodista transmiten, para atravesarse y alzar sus manos, y con su sonrisa natural tratar de hacerse visibles. Se retirarán luego entre risas y continuarán jugando no importa su desnudez o su extrema pobreza.
Pero; ¿se puede ser feliz, sin saber qué es exactamente lo que ello significa? Por supuesto que sí. Personajes tan icónicos como “El chavo del ocho” ilustraban en cada capítulo lo que es felicidad genuina: Un estado interior, que goza con todo y con nada.
Una decisión personal de la voluntad humana, para asumir la vida mejor con enfoque de abundancia que con uno de escasez.
¿Y los hijos para sus padres, no son acaso su felicidad? <la de los padres>. Lamentable no son tuyos. Ellos – como afirma Kalil Gibran no son tuyos; NO son tuyos; son flechas vivientes que tú como arquero debes lanzar – raudas- hacia el mejor blanco; la vida.
Ahora que todo está al alcance, gracias a las redes sociales y la tecnología de apoyo de que ellas disponen, vale la pena observar con detalle la fotografía de un niño indigena/campesino de aproximadamente 6 años de edad, que abraza con fuerza su diploma de “1er lugar” en una competencia ciclística (facebook). Su rostro expresa el más sublime gesto de FELICIDAD, que una persona puede hacer desde lo profundo de su corazón. De allí que “el reconocimiento” sea uno de los principales generadores de felicidad auténtica.
Expresiones que nada cuestan pero que “valen todo”;
- Hiciste un excelente trabajo…
- Gracias
- Me reconforta y me alegra lo que tú (haces), (has hecho).
- Sin tu colaboración, el resultado no hubiera sido tan significativo… (un abrazo o un aplauso).
Corre ahora mismo y busca las fotografías de la casa. Recorre cada una de ellas, para que hagas un balance sobre cómo eras de feliz cuando pequeño y cómo has ido perdiendo ese estado con el paso del tiempo y las circunstancias. Las deudas económicas te han hecho adusto; las peleas innecesarias han cicatrizado tu gesto y ya la sonrisa, es casi una caricatura que produce hilaridad…. Date una vuelta por barrios y comunas pobres y observa los niños de las mismas. Con seguridad sus carcajadas te sonarán a “Cielo”. Te sonreirás desde el corazón al ver que juegan a grandes, con cualquier utensilio que les parezca un collar, un reloj, un automóvil, un fino sombrero o el más fino abrigo. No dudes ni por un instante que llorarás – ahora sí – de felicidad, y regresarás a casa a vaciar de tu closet y el de tu familia todos aquellos objetos y juguetes que puedes compartir. Y entonces sabrás “la felicidad” que produce el dar a otros sin esperar absolutamente nada.