El Síndrome de la ansiedad fatalista
Por estos días (marzo 2020 a hoy), es fácilmente observable que las personas, influenciadas inmisericordemente por los medios de comunicación, tienen conversaciones con un común denominador; el miedo a lo que todavía no llega – el esperado pico de la curva -, profundizando sus conversaciones en este sentido, sin percatarse que así están atrayendo aquello que esperan. A esto se le conoce como “la profecía de autocumplimiento”, fundamentada en la historia de Pigmalión, escultor mencionado en la mitología desde hace cientos de años.
Cuentan, que se enamoró de una escultura hecha por él, a quien llamó Galatea, a tal punto que a diario pasaba frente a ella pidiéndole que se hiciera real; que tomara vida. Que Venus – Diosa del amor –, se compadeció de ese hombre por la fe que tenia por lo bien hechos de su obra, y haciendo un pase mágico dió vida a Galatea.
En términos parroquiales, lo que esperamos que suceda, inevitablemente sucederá… Imagine por un instante que su primer Pigmalión es su papá o mamá o ambos. Esperaban que usted fuera el líder entre sus hermanos, en el colegio, en la familia, en el club, en el barrio. Así es. Usted es ese líder que ellos visualizaron.
En los fenómenos colectivos, sucede igual. ¿Cuándo durante este confinamiento, ha visto usted que un niño se manifieste miedoso de lo que ha de venir?… ¡Nunca! Él no tiene miedo < es su naturaleza humana>; carece de prevenciones o aprehensiones. Nos enseña con su comportamiento y no lo entendemos (?).
¿Usted que ahora lee esto, sí cree que cuando se suspendan los tiempos de cuarentena desparecerá la codicia de los corruptos de cuello blanco?; que tendremos más disposición a perdonar a aquellos que nos han ofendido o a pedir perdón al otro por nuestras fallas?
Que los ciudadanos como por arte de magia, ¿respetarán el mandato de un semáforo y no cruzarán la vía estando éste en rojo?; ¿Que la solidaridad resurgirá, así como así?
A Colombia, se le olvidó que miles de compatriotas hicieron su capital y mejoraron su calidad de vida, trabajando en el hermano país de Venezuela en las décadas del 60 – 70 – 80. Aun así, vemos a estos hermanos como extraños, hasta desear su no presencia en nuestra vecindad, olvidando que emigraron de su territorio, empujados por el hambre y la inequidad del gobierno de turno allí.
No; los cambios de actitud los decide cada quien, según sus creencias, su experiencia, sus vivencias. He sostenido siempre, que el compromiso es una virtud, que en un (jefe), (mandatario), (gobernante), es una causa. Que en (el colaborador), (el ciudadano), es una consecuencia.
Dicho en castellano raso: la población cambiará su actitud en relación con el compromiso, cuando lo vea como ejemplo en la conducta de su superior. Esto implicaría que deben cambiar sus costumbres, instituciones como el congreso, la policía, las fuerzas armadas, los organismos del Estado, el gobierno y sus mandatarios, los gremios, las comunidades (desde sus dirigentes básicos). Habrá de regresarse a lo fundamental, a través de la institución Familia, colegio, vecindad, barrio[1], trabajo (Empresa), iglesia (todas las corrientes) bajo la expectativa de reconstruir, en la esperanza de que no sea tarde ya.
Seamos propositivos: Colombia requiere una oportunidad y sus hijos se la pueden dar, si conjugamos <haciendo>, los verbos creer, incluir, amar, abrigar, comenzar, trabajar, perdonar, colaborar, cumplir, atreverse (reflexivo), ayudar, desaprender, compartir…
[1] Conjuntos residenciales