¿Dónde comienza el Bullying?
El profe saludaba al curso, preguntando por qué no había llegado “el burrito Sánchez”
Lo primero que se debe aclarar es que el apellido del aviso adjunto puede ser el tuyo (que te dispones a leer este escrito).
La forma en la que se nos percibe, es sin duda, uno de los componentes para que el entorno social de las personas, reafirme en nosotros nuestra autoimagen.
Diversos experimentos se han desarrollado en las aulas, segundo hogar luego de la casa, en que se demuestra que los niños se desempeñan, según lo que su profesor y sus otros compañeros esperan de ellos.
Baste con decir que X o Y alumno es “bueno” para las matemáticas, para que éste deba RESPONDER a la reputación que se le está dando… Si el prestigio, además, es avalado por otros (sus padres, amigos, hermanos) sin duda – así no fuera categóricamente cierto – él responderá positivamente a esa expectativa, elevando cada vez su autoestima y autoconfianza.
Pero, ¿te has preguntado qué sucederá cuando el fenómeno es en sentido contrario? ¿Que, desde los primeros docentes, el alumno(a) escuche decir o afirmar de él o ella que no es bueno para determinada asignatura académica? En cada comportamiento su tendencia será a fallar o a dudar de si mismo, de tal forma que con el tiempo SE HARÁ CIERTA esa percepción de otros.
Si bien es cierto que los talentos naturales, así provengan de la lotería genética o de una fuerza mayor <Dios>, son esas habilidades para ciertos campos del conocimiento, también lo es, que un docente que aplique metodologías de aprendizaje activas y/o experimentación (haciendo) logrará que su alumno entienda racionalmente un tema o un fenómeno físico.
Y, ¿qué decir de los padres? Sí; me refiero a nuestros progenitores, que son los primeros en colocar sobre nosotros sus ojos y su cerebro, para tener su propio concepto, el que generalizará con el resto de la familia y allegados:
- William, es más bien tímido; Fernando en cambio es más locuaz y amigable.
- Sarita, tú que eres buena para dibujar, ayúdale a Sammy (el hermano); se le hizo tarde y nada que ha podido hacer la tarea.
A medida que la vida avanza, también lo harán las experiencias: en el trabajo, la relación de pareja, los amigos.
Suele suceder, que los padres, temerosos de que su hijo pueda estar expuesto a experiencias amargas al respecto, lo tratan tan positivamente, que van al extremo. “Mi campeón” <tan solo tiene 4 años de edad…> ocasionándole estrés negativo (distrés), en el caso de que, por alguna circunstancia no gane en los juegos que tan frecuentemente se dan entre hermanos, primos y amigos de edad similar.
¿Y en el trabajo?
En nuestros talleres <de Mentórica>, mencionamos el caso de un jefe que con solo su lenguaje no verbal, fue restándole autoconfianza a un candidato al ingresar a la Empresa, y que iría a trabajar bajo su dirección.
Ya se imaginarán la asimetría que se produce en este caso. El aspirante, aún no puede manifestar el poder personal que tiene, ni su estilo “seguro”, mientras que, quien ya está dentro de la Organización, además de ostentar el título de “jefe” lleva la ventaja de su decisión sobre el ingreso del entrevistado.
¿Y en la relación de pareja?
Puede pasar < así es en muchos casos>, que quien más devengue económicamente, va tomando el vuelo de ser quien define qué se compra; a dónde ir de vacaciones; en qué lugar celebrar la navidad o cuándo cambiar los muebles…
¿Y entre amigos?
Colocar sobrenombres es de los más normal, sin aventurarse a calcular el daño que puede producir en la persona: “el gordo Velásquez”, “Julián, Salchichón cervecero”, “Luisa la escuálida” …
Estas marcas van dejando cicatriz emocional en las personas, lo que se traduce en falta de seguridad y debilidad de criterio.
Pero, ¿cómo “retirar” ese peso de encima?
- Repetirse a diario – primero creyéndolo – “Soy capaz, competente y valioso”.
- Escribir en su agenda o fichas de bolsillo: “Nada, ni nadie merecen que yo pierda mi paz interior”. “Mi vida es un milagro, luego yo debo responder a las exigencias que tal bendición me impone”
- Tener compasión (el amor más grande), por los demás. Difícilmente alguien quiere dañar a otro calculadamente.
- Jamás discutir con alguien sobre el “juicio” que haga sobre ti. Hay un paradigma prevalente por siglos y vigente aún: “La indiferencia … mata”
- No intentar “demostrarle algo a alguien”. Es solo a ti al que debes demostrarle algo.